jueves, 3 de abril de 2014

Sin piedad

A veces toca mentir, o que te mientan. Unas veces estás arriba, en lo más alto, y caes de bruces ante una realidad que te disgusta sobremanera. Otras, simplemente eres tú quien deja caer a los demás sin piedad y una vez que el vaso se rompe contra el suelo, ya no hay forma de remendarlo. Al final llega el instante en que ya no sabes discernir entre lo cierto y los infundios (malditos), que no sabes qué diablos creer porque estás agotado de tanto andar dando círculos que no llevan a ninguna parte. Y mientes y te mienten, y la noria nunca deja de dar vueltas y todo se va apagando poco a poco... A veces te apetecería bajar, descansar un rato, pero sigues ahí: escuchando cosas que no son ciertas y -en ocasiones- también pones tu propio grano de arena creyendo que callando o vistiendo las palabras con adornos rimbombantes van a ser menos dolorosas. Pero no puedes evitarlo, porque al fin y al cabo también te toca mentir.

2 comentarios:

Patricia dijo...

Muchas (demasiadas) veces hay que mentir para falsear la realidad, para soportarla, para disfrazarla y disfrazarnos a nosotros y a los demás. Sin embargo, hay que tener cuidado y no caer en la mitomanía... ni en la necesidad de mentir. Me encantó, dentro de lo triste que es tener que mentir.
Recomiendo canción: mentiras piadosas, de Sabina :)

Ce Castro dijo...

Y así fue como aprendí
que en historias de dos
conviene a veces mentir,
que ciertos engaños son
narcóticos contra el mal de amor
#Genial. Muchas gracias Patricia ;)