domingo, 13 de agosto de 2017

Ellos solo eran un lastre (II)

A las semanas una plataforma de ciudadanos comprometidos giraba a su alrededor. No impidió el desahucio de su amigo Íñigo, pero logró que no se quedase en la calle. Desde aquel momento María del Carmen o Cacarmen como la llamaban sus nuevos amigos dejó de ser clase media para convertirse en pobre. Comprendió del estigma que suponía no tener dinero, algo que hasta entonces nunca había notado. Sin empleo, ni siquiera podías abrir una cuenta en un banco, requisito imprescindible para recibir cualquier ayuda o subsidio. Los desempleados dejaron de ser personas, solo eran lastre. Se envenenaba de rabia cada vez que oía hablar de pobreza infantil, como si esos niños no tuvieran padres y madres también pobres y sin nada de comer en la nevera. Como todos los de su generación leyó a Stéphane Hessel y creyó en que los de abajo podían asaltar los cielos. Eran más y sobretodo, mejores. Algunas noches no podía reprimir las lágrimas, la vida le dolía tanto... Quizá demasiado. Las horas pasaban demasiado lentas y cada pequeña victoria siempre se teñía de amargura…

Runrún, de Nacho Vegas.

Pd. Aquí va la segunda entrega de esta historia. El próximo domingo más...

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