domingo, 27 de agosto de 2017

Ellos solo eran un lastre (IV)

Comenzaron a llamarla de una gran emisora local de radio, la que lo controlaba todo, para participar en sus programas. Les interesaba, según le dijeron, su opinión de las cosas. Pero era una trampa. Sí, la escuchaban y la dejaban hablar, pero su novio Capitán Li perdió su empleo. Circunstancias de la producción, le dijeron. Después en el bar donde cada tarde jugaba al dominó a su padre dejaron de saludarle. En misa todas se compadecían de su madre, con una hija así es normal que estés más delgada. Los disgustos es lo que tienen. Resignación, querida, que todo pasará pronto. La maquinaria del poder había tejido una tela de araña perfecta hasta que lograron asfixiarla. Su trabajo quedó para el recuerdo como un oasis en el desierto, como algo anecdótico... Sin fuerzas dio un paso a un lado, pero ella seguía llamándose María del Carmen y nunca olvidó todo lo que aprendió aquellos tristes años. Sola, sin empleo y pobre siguió viviendo en su misma casa, aquella donde las paredes se iban entristeciendo poco a poco. No había ascensor y el casero no quería arreglar las humedades. Pero en el fondo le daba igual porque ellos nunca pudieron arrebatarle la esperanza de que todo fuera mejor.

Revolución, de León Benavente.

Pd. Y hasta aquí este pequeño repaso a lo sucedido. Durante los últimos domingos hemos tratado de recordar. La lucha contra el olvido es hoy como siempre fundamental...

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