martes, 31 de octubre de 2017

Coyotes

No sé cuándo fue la primera vez que te vi. Podrá hacer doce o trece años. Estás igual, apenas has cambiado nada. Ibas despreocupado, alegre tarareando aquella canción que nunca dejaba de cantar Manolito Gafotas: Por qué has pintao en tus ojeras, la flor de lirio real. Por qué te has puesto de cera, ¡Ay campanera!, por qué será… En aquel tiempo todo parecía mejor, el frío no impedía avanzar y nos quedaba todo el futuro por delante. No es que fueras especialmente guapo, pero tu aire distraído te hacía ganar puntos. El paso del tiempo siempre ha estado ahí. Encuentros ocasionales, yendo tú a correr por el parque o conduciendo tu utilitario color laurel. Nunca nos hemos vuelto a tropezar, pero la realidad nos ha mantenido ahí… Y el pasado sábado te volví a encontrar. Desde lejos vi como viajabas con tu pantalón corto y tus tenis impolutos. Bailabas, reías y, quizá, hasta cantabas entre los brazos de otro. Como los coyotes ibas a por tu presa y, cosas de la vida, cuando ya la tenías entre tus garras voló. Y aunque no me iba, ni me venía, respiré aliviado. Después volviste con los tuyos como si nada hubiera pasado, como si aquella derrota no hubiera importado, pero el tiempo pasa y todo nos pasa factura. Cada vez más cara. Ahora nos toca otro tiempo, el de esperar apoyados en la barra del bar porque la pista central es para la carne fresca. Ahora les toca a ellos, nuestro tiempo quedó atrás...

Turn, turn, turn!, de The Byrds.

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