Los días se amontonan. A las 12.13 llamó después de una semana justa sin saber nada de él, pero no descolgué. Lo hice y tuve miedo. Miedo de tener miedo. No sé muy bien por qué no cogí el puto teléfono. Pero lo hice. Prueba superada, pensé. Si lo he hecho una vez podré hacerlo otras. Al principio respiré hondo, pero ahora creo que no soy más feliz que antes. Creí que podía ser libre. Deseé serlo. Soñé que lo era. Y ahora sólo tengo una llamada perdida en mi móvil. Una con su nombre. Ese que me gusta escribir en las paredes en las que me apoyo con mis deditos tristes. Sólo una. Sólo una, maldita sea. ¿Por qué diablos no lo cogí? Me arrepiento, pero ya no puedo cambiar las cosas. Es demasiado tarde. Podría llamarlo yo, pero a estas horas no puedo. No debo. La señal de prohibido es clara. No lloro, pero no es porque no tenga ganas. Y descubro una canción navegando, Quién piensa en ti. La oigo una y otra vez. No me canso. Es una rareza de esas que me gustan...
http://es.youtube.com/watch?v=BTAoX38kLLI&feature=related
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