sábado, 13 de marzo de 2010

Puedo sangrarme de pena, pero seré leal

Hace algún tiempo alguien -que ya no está- me dijo que pasaba de la fidelidad, que apostaba por la lealtad. Y esa idea, tal vez vana, se me quedó en uno de mis bolsillos. Escondida. Tiempo después la encontré. Estaba un poco cansada de esperarme. Y lo estaba no porque yo tardase en buscarla, sino porque nunca se me ocurrió hacerlo. Tropezando en mis rincones volví a toparme con ella. Así que la miré de frente y asumí que nunca supe muy bien cuál es la diferencia entre ambas palabrejas, aunque en la práctica también me decante por la lealtad. A mí, sobre todo. De mí no encontrarás traiciones porque simplemente no están en mi diccionario, pensé. En aquella oportunidad -hace ya algún tiempo- me sonó a excusa porque entendí que negarse o descartar de plano ser fiel era una forma voluntaria y un poco sibilina de escapar al compromiso. Supuse después que la fidelidad tiene un pequeño componente de fe ciega que asusta a los cobardes. Y en este mundo hay demasiados. Ahora sé que perder la razón no siempre está bien, que la fidelidad puede estar bien, pero hay que ir más allá. Hasta el final y ese término pasa por la verdad. Y también sé que puedo revolverme -y de hecho lo hago- porque no estoy de acuerdo contigo, puedo sangrarme de pena, pero seré leal, que está muy por encima de las declaraciones altisonantes y cambulloneras que se quedan en nada. Como cuando decías eso de ‘tenernos para siempre’. Esa es hoy una nada que corroe y mata poco a poco. Con ensañamiento, como sólo saben hacer los que están fuera de la cárcel de la razón. Esos a los que sólo les importa una cosa: ellos mismos.

http://www.youtube.com/watch?v=qKvrSNqRqEE

Pdt. Dice La Casa Azul que 'esta noche ellas sólo cantan para mí'...

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