domingo, 11 de abril de 2010

Los gatos negros

Ando por una calle estrecha de la capital y me doy de cabeza contra un letrero: ‘Si usted no tiene rubor de reírse de la gente, hágase portavoz’. No sé si enfadarme o sonreír por rendición. Recuerdo a más de uno así. Sin rubor. A la tortuga que se extraña de que la gente no le entienda cuando dice que está trabajando para mejorar el sendero aunque no sabe si se está llevando a cabo la tarea. Y también al perro tuerto que habla de austeridad cuando va vestido de boutique de lujo. Prefiero tomarme un zumo de cebada. No me gusta demasiado, pero es lo único que sirven a primera hora de la mañana en los establecimientos que están a punto de cerrar por la crisis y también porque el sol sale siempre por donde mismo. Me siento a tu lado y no te digo gran cosa. Prefiero escucharte, siempre protestando. La suerte no se olvida, leo de reojo en un cartel que aparece fugaz en la tele del fondo. Retengo lo que me dices y al mismo tiempo vuelvo a vivir la primera vez que te vi. Aquellas escaleras torcidas, las manzanas verdes y las paredes de terciopelo. Ese día tuve suerte y por eso no me apetece irme. Me pierdo en un bosque de tréboles de cuatro hojas y relativizo los problemas que están fuera, esos que aparecen cuando tú no estás. Dejan de tener importancia porque sé que los gatos negros a veces sí son buenos.

http://www.youtube.com/watch?v=uM_lDfCDZjc

Pdt. Tarde de domingo y Despistaos con su 'Gracias'.

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