domingo, 9 de enero de 2011

Fundido en negro

Desde hace meses no sale de casa. Decidió encerrarse justo el día en que Sebastián Topaciegas le dio el último beso y marchó por la puerta de roble. Está enterrado en vida. A partir de aquel fatídico instante no ha hecho otra cosa que mirar el televisor roto. Un día no quiso encender más, pero al chico con los labios de Chano marcados en el cuello le dio igual. Hizo como si nada pasase, como si la lluvia no mojase o los pavos hubieran dejado de cantar con la puesta de sol. Se sentaba en su silla, de espaldas a la ventana, e imaginaba el vetusto ‘El tiempo es oro’ de Constantino Romero, a pesar de que nunca lo entendió muy bien, o el boato del primer ‘Precio justo’. Por las tardes no se perdía ‘Su media naranja’, pero el momento más especial del día era cuando le tocaba el turno a Mayra Gómez Kemp y comenzaba el ‘Un dos tres’. Se quedaba maravillado ante los decorados, las bailarinas y las canciones, aunque la tele estuviese desde hace meses fundida en negro. En instantes de lucidez, pocos, pero de lucidez, se lamentaba de que ya no hubiera concursos en la tele como los de antes. Segundos después lo diáfano se escapaba de su mente por la ventana y volvía a ‘¡Hola Raffaella!’ y ‘¿Qué apostamos?’. Pero ninguno era como el de Mayra. Ya de madrugada apagaba el televisor estropeado y antes de dormir rezaba un par de padrenuestros junto al teléfono. Pedía para que Sebastián, Chanito, estuviese bien en alguna parte del mundo. Alguna noche suplicó para que volviera a su lado, para que lo abrazase, para que durmiera enredado entre sus piernas alguna vez más, pero al terminar se sentía culpable y culminaba sus oraciones implorando para que no hubieran escuchado sus ruegos. Se fustigaba. Mucho. Porque temía que si habían perdido el coche o el piso en Torrevieja era por su culpa. Porque no había sabido querer más o porque en la segunda ronda no atinó con las respuestas a las preguntas de Jesús Puente. Nunca encontraba la combinación perfecta entre tantas ‘Cifras y letras’. Y a pesar de los pesares, el teléfono nunca sonó y sólo le quedaba dormir para que le diese tiempo a descansar antes de que comenzase una nueva edición del ‘3 por 4’. Todo, cualquier cosa era mejor que admitir que la verdadera y única razón de su desazón era que Sebastián Topaciegas un sábado de octubre por la tarde en ‘Vivan los novios’ prefirió a otro y no a él para marcharse a París, aunque esa decisión le hubiera partido el corazón en mil trozos iguales. Así que dormía y olvidaba, pero siempre lo hacía con los dedos puestos en su cuello, justo dónde aquel truhán le había dejado su hierro marcado como si él fuese un potrillo más de su ganado...

http://www.youtube.com/watch?v=EeYEMptqdzc

Pdt. Este domingo Nek y 'Para ti sería'. Oye, un abrazo...

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