domingo, 16 de enero de 2011

La palabra que todos repetían

La radio no dejaba de repetir a todas horas la noticia del día: El hijo del cura ha muerto. Al parecer lo habían encontrado al anochecer, sentado en una banca de su terraza junto a una cerveza y unos altramuces. Corría el mes de abril de 1983 y hacía sol. Los coches iban lento como si no tuvieran prisa. En el barrio todo el mundo hablaba de lo sucedido. Unos con pena, otros con sorna. Nadie sabía qué había pasado. Todos tenían una teoría, cada uno la suya, y la Benemérita al parecer guardaba silencio. César nunca pudo olvidar aquel día. Los rumores, los aspavientos, las coronas de flores, las campanas doblando,… y aquel cuerpo yerto. Tuvo que escuchar el sermón de Don Blas. Estando de rodillas no podía dejar de mirar aquella calva y sus gafas blancas mientras rezaba el credo. Las manos limpias en alto portando el cuerpo de Cristo. No entendía qué era lo que decía, pero nunca olvidó la palabra que todos repetían: resignación. Ahora todo aquello era un recuerdo lejano. Estaba a 3.000 kilómetros y en las calles no había nada de aquello; ni sol, ni calor, ni palabras de amor… Marta hace una semana que se ha ido, coincidiendo con el 30 cumpleaños de César. Dijo que aquello no iba a ninguna parte y el chico sólo pudo encogerse de hombros. Volvió a la época en la que no entendía nada, aunque ahora sentía que tenía el corazón roto. Por las calles todos iban con chaquetones grises, mochilas de cuero a la espalda y cafés de llevar en las manos, pero nadie se detenía a preguntarle qué le había pasado para estar tan triste. Mientras bajaba al metro, intentaba no ver los carteles de los musicales. Siempre iban juntos y tan pocos días después todavía era pronto para sus heridas hubieran sanado. Dudaba de que lo hicieran. Bajaba las escaleras mecánicas sin mirar, con miedo en los ojos y con ganas de que aquello finalizase pronto. Añoró el pasado. En Londres era todo distinto y optó por volver unos días casa. Al llegar le dijeron que habían dado la primicia de su regreso días antes por la emisora del pueblo. En las esquinas las doñas le preguntaban y él no decía nada. Una semana después regresó a la gran ciudad, a las puestos de verduras, las estufas y al metro. Se extrañó de ver tanta monja echada a las calles. Quiso pedirles consejo, un poco de aire para respirar y se acordó que lo único que recetaban en estos casos era cien gramos de resignación.

http://www.youtube.com/watch?v=bccKotFwzoY

Pdt. Espero que esto hoy valga... Vampire Weekend y 'Giving Up The Gun'.

2 comentarios:

Una Resaca Cualquiera dijo...

Un buen momento para dar animos a nuestro amigo.
30 años, una buena edad para replantearse muchas cosas. La vida, por ejemplo

Ce Castro dijo...

Jejeje es bueno detenerse para saber hacia dónde tirar... Un abrazo.