domingo, 5 de agosto de 2018

No le quedó más remedio...

Y no le quedó más remedio que creer en sí mismo. Nunca había tenido la autoestima muy elevada. No sabía si era por influencia de su madre, que siempre iba a reparar en el detalle, en aquello que no estaba perfecto. O tal vez era por esa sociedad isleña que le había amamantado y que navegaba entre dos aguas, la de que sus cosas eran las mejores del mundo mundial, aunque todo aquel que llegara de fuera traía novedades insólitas que era necesario promover y defender por encima de las locales. Fuera como fuera, nunca había destacado en nada y eso, antes o después, terminaba pasándole por factura. Pero un día, releyó lo que había escrito aquella tarde de mayo y se dijo, pues no está tan mal. Algo estaré haciendo bien…

Déjala que vuelva, de Piso 21 y Manuel Turizo.

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