lunes, 30 de abril de 2007
Mentiras
sábado, 28 de abril de 2007
Sobre la moqueta
La vida da sorpresas no siempre buenas y su ímpetu inicial se transformó en un cansancio pesado que lo alejó de mí. Al mismo tiempo, la tristeza iba invadiendo todos los surcos de mi piel y mi sonrisa iba menguando, como una luna enferma de dolor.
El ángel sonreía, pero no era a mí. Antes de que el alma se me terminara de desgarrar, preferí huir. Irme lejos. Tanto como mis pies pudiesen. Una retirada a tiempo es una victoria, dicen, pero la mía fue tan triste, que no me hubiera importado perder. Una vez más, porque no te olvides: yo siempre pierdo.
Ahora sólo tengo el recuerdo de algo que pudo ser... Es complicado tener nostalgia de algo que nunca sucedió, pero no imposible. Alto, más que yo. Tierno, más que yo. Solitario, más que yo. Callado, más que yo. Malo.
Después una canción. Te busqué de bajo de las piedras y no te encontré. En la mañana fría y en la noche te busqué. Hasta enloquecer. Pero tú llegaste a mi vida como una luz. Sanando las heridas de mi corazón. Haciéndome sentir vivo otra vez. Esa que me dijo que le gustaba, mientras la cantaba Juanes y Nelly Furtado. A mí también me gustaba, pero ahora me pone triste. Debo ser un tonto.
Como la noche y el día, como el blanco y el negro, como el rico y el pobre, como una tortuga y una rana. Simplemente diferentes. Tanto como puedas imaginar. Pero a pesar de los pesares creí que él podría salvarme. Sus manos entrelazadas con las mías me lo dijeron. Su piel también. Tal vez, sobre aquella moqueta roja había demasiadas mentiras y sólo un ingenuo.
miércoles, 25 de abril de 2007
Tras los mostradores
Descubrí todo lo que no quiero. ¿Cómo se puede meter tanto la pata? No lo entiendo. Sigue ahí, en su mundo, en ese que sólo existe para ella. Somos tan distintos. Tanto, que casi es imposible mirarnos a los ojos.Al final, lágrimas. Pero de esas cobardes, a escondidas. Te he dicho que odio a los cobardes. Pues sí, así es. Lágrimas, tarde y mal, porque si hubiera tenido cojones hubiese llorado conmigo, delante de todos. Pero no fue capaz, ni de un mísero guiño de ojo.
Se fue. La vi perderse detrás de aquellos mostradores, con ese aire despistado que siempre la embarga. No la dejó irse en paz. Pero se fue y yo estaba allí, sin poder chillar todo lo que quería gritar. Sin poder insultar, ni patalear, ni nada... ¡La vida es una mierda!
Todo será para mejor, intento repetirme una y otra vez, pero me cuesta tanto... Sólo me quedan buenos deseos, porque no estoy seguro de cuando volveré a ver esos ojos, esa piel, y lo que es más importante, esa sonrisa. Aunque para ser sinceros, hacía demasiado tiempo que no la veía sonreír.
Y ahora sólo queda dolor. Lameré mis heridas, siempre lo hago, pero a veces estoy tan cansado, que me resisto. Que no quiero. Que me gustaría que todo pasase como una bonita estrella fugaz. Aunque ya no existan.
Ahora toca volver al principio. Al vacío absoluto y desgarrador. Me caí, pero tuve que levantarme, para que no me viese sufrir. Se fue sin pensarlo. Tenía que hacerlo, pero eso a veces no importa... Porque lo único que importan son los ángeles.
Del vacío absoluto a la tristeza. Después de una noche maravillosa, la agonía de una espera. Al lado del teléfono móvil. Pero no sonó. A pesar de que dijo que sí lo haría. ¿Qué diablos pasó? No lo sé.
martes, 24 de abril de 2007
Bajo el filo de una espada
Ahora está bajo el filo de una espada. De esas que siempre están a punto de caer, pero no lo hacen, aumentando así la agonía y el dolor. Ese que es perenne. Lo que daría por encontrar a algún ángel que sí le sonría a él.
De lejos es tan maravilloso. Le miraba, pero él no correspondía. Nunca lo hace. Sus ojos, color almendra. Su nariz extraña. Sus labios diminutos. Y su dulce acento. Demasiadas virtudes, quizá. Al final, escogió. O no, nunca se sabe.
El caso es que allí estaba en una tarima, elevado, cerca del cielo, pero agarrado al suelo. Las luces le hacían brillar más de lo habitual. La música iba al compás de sus pies. Todo era perfecto. Todo menos un ínfimo detalle. No estaba solo.
Y yo que creía que los ángeles bailaban solos. Leyendas urbanas, supongo. A partir de ahí, preferí no mirar más. Lo que había ido a ver, ya lo había visto, por lo que es mejor no deleitarse demasiado en el dolor. Y más cuando es el propio.
Después sus ojos pasaron justo a mi lado. Me vieron. Ahora sí, pero ya era demasiado tarde. Fue sólo un instante marcado por la brevedad absoluta, pero suficiente. Y a desde ahí ando triste, más de lo habitual. Nada es como esperaba. ¿De quién será la culpa? ¿Habrá algún culpable?
Su olor desaparecerá poco a poco. Debe hacerlo. También sus huellas en mi piel. Su recuerdo. Sus palabras. Sus mentiras. Todo, hasta su sonrisa, que ahora es lo único que me importa.
lunes, 23 de abril de 2007
En las musarañas
Entré despistado, como casi siempre. Estaba pensando en las musarañas, que es algo que no sé muy bien qué es, pero que describe a la perfección el tema sobre el cual giraban mis ideas en aquel mediodía de marzo. Bueno, tal vez fue en febrero o en abril, pero lo importante no es cuando, sino como.
El caso es que entré y comencé a buscar por aquel dédalo complicado de pasillos famélicos que es el supermercado al que acudo religiosamente cada seis jornadas. Una vez se resolvió la tarea, tenía en mi poder todo cuanto producto deseé y pude atrapar entre mis manos, me dirigí a la caja cual vaca titubeante rumbo al matadero.
En este trayecto miré hacia la puerta. La claridad entraba descarada y el sol hacía de las suyas. Mis ojos débiles se enfuruñaron, la excesiva luz les molesta irremediablemente. Y cuando intentaron volver a abrirse al mundo se tropezaron con otros color de la canela.
Bajé la cabeza sin pensarlo. Fue un acto reflejo. En aquel mínimo instante todo careció de sentido, porque no importó nada. Dos miradas que se cruzan, y que sin decir nada, lo dicen todo. Sólo eso. Todo.
domingo, 22 de abril de 2007
Fuencaliente
Mientras los días pasaban, ese lugar se fue convirtiendo en un sitio mítico. Allí adonde ir. Pero, cosas de la vida, a cada paso que se iba conformando como un rincón de ensueño, igual que Macondo o Ucanca, Fuencaliente se fue alejando de mí. Cada palabra sonaba más lejos, más distante… Así fue, aunque quiera evitarlo.
Por el contrario, a medida que Fuencaliente se iba distanciando, se iba revistiendo de una especie de halo misterioso y por lo tanto inalcanzable.
Como diría, Elsa López en Fuencaliente el mar tomará otro rumbo...
http://www.fuencalenteros.com/
El silencio
Ahora silencio. De ese que sólo es lo que es. Sin más. No es ni doloroso, ni alegre, ni tenso, ni nada. Eso, silencio. Ni que sí, ni que no. ¿Será eso cierto de que la esperanza es lo último que se pierde?
Es tan fácil pensar… Soñar. Pensar en que todo será como tú quieres y no como realmente es. Las cosas son así. Puede que haya quién piense que era demasiado bonito para ser cierto, pero por qué no me iba a pasar a mi. Si a otros les sucede.
Un golpe de suerte. Así llegó. Si he de ser sincero, ni lo había visto. Sabía que estaba allí, pululando a mí alrededor, pero no me había percatado de su dulzura. Lo reconozco, no suelo ser muy hábil en esto de fijarme en quien debo. Después tampoco. Fue amable. Eso es algo a tener en cuenta. Mucho, con los tiempos que corren. Me zafé como pude, sólo una vez, pero lo hice.
Pero ahora sólo silencio.
viernes, 20 de abril de 2007
Elsa
Ese año, en un teatro, me enamoré por primera vez. Lo hice de alguien que estaba sobre el escenario. Su voz aún retumba en mis oídos. Elsa López leía poesía y todos escuchábamos embobados ese sonido suave y dulce que brotaba desde su garganta. Lástima que sea una mujer... ¡Ay si no lo fuese! No recuerdo bien de quién eran los versos, pero eso poco importa ya. Los que osan subirse a las tablas tienen ese don, el de hacer que el mundo se detenga y de que todo sea mejor.
Algún tiempo después, me topé con El corazón de los pájaros,una novela imprescindible. En ella me reencontré con Elsa, pero no sólo con ella, también con mi abuela y con esa sociedad profundamente matrialcal palmera de la que soy heredero.
"Las cosas que se hacen desde el cariño, nunca están mal", me susurró en una mañana soleada la escritora y esas palabras me acompañan cada día, al igual que sus profundos ojos azul grisáceo, esos que me recuerdan la inmensidad del Atlántico que bañó mi infancia y se rompía virulento contra las rocas de Puerto Naos [La Palma, Canarias].
La pasión es otra constante en la vida de Elsa, como en el teatro. Algún día le darán un gran premio, uno azul tokio, ¿Para qué dilatar más algo que antes o después va a suceder irremediablemente? Aunque, claro, en una buena obra de teatro, el dramaturgo debe estudiar los tiempos y conseguir que interés se mantenga hasta el final.
Por ello, el teatro no morirá nunca. Puede que algunos se vacíen, que se bajen para siempre muchos telones, que desaparezcan las bambalinas, pero esta modalidad pura de arte evolucionará y reaparecerá con la misma fuerza de siempre, y más en estas Islas [Canarias, España] donde no faltan voluntarios para "hacer teatro" y plagada de teatreros divertidos, desde el Parlamento regional hasta la última barranquera.
jueves, 19 de abril de 2007
El principio
Este es el principio. Es azul. Pero no un azul cualquiera. Es azul tokio. Ese que tanto me gusta y ese que se ha clavado a fuego en mi retina. Si no sabes cómo es, no te preocupes. Debes esperar a que salga el sol. Un sol amarillo canario. Después mirar al cielo. El color es intenso, pero no eléctrico. Es azul tokio, ese que sólo puedes descubrir cuando miras al cielo y hace sol, pero estás triste. Mucho y también alegre. Las dos cosas al mismo tiempo. Sabes que ya no te quiere, pero ha salido el sol y no puedes ponerte a llorar. Tu voz es agridulce y tu piel se tuesta poco a poco. En la memoria, sólo recuerdos, pero el azul tokio está junto a ti y después de haberlo visto una sola vez ya no puedes olvidarlo. |