lunes, 21 de enero de 2008

La Madame


En una de esas calles estrechas de Las Palmas nos encontramos con un hombre mayor. Veníamos del Miau, no sabíamos la hora que era y queríamos más. Lagalleguiña buscaba el Sojo, pero este canoso señor nos llevó a La Madame, un after lleno de escaleras. Suplicamos y la entrada nos costó la mitad del precio estipulado, con dos consumiciones incluidas. Vamos, un regalo caído del cielo. No recuerdo qué bebimos, pero lo hicimos.
No había música, o al menos no la oía. Había gente y me miraban. Muchos. Me decían que era guapo, mientras ella hablaba con un argelino. La intentaba tocar, pero no se dejaba. Luego conocí a dos chicos que me ahuyentaban a los buitres de la noche. La luz era azul tenue.
En un descuido, lagalleguiña desapareció y regresó después de haberse estrenado con una chiquita que permanecía por allí. Su mimi le tiró para atrás, pero es que a veces hay destinos que no se pueden evadir. Yo no le puse mucho interés a la cuestión, pues estaba centrado en otros menesteres. Un chico me besó, pero ya tenía “asunto” y se alejó. Tenía barba.
Después llegó otro, de pantalón corto. Condición sine qua non para estar conmigo. Le acaricié las rodillas. Y caí rendido en su corbata. Quiso llevarme a un rincón oscuro, obviando que soy de luz y taquígrafo. Es una pena. Los baños daban pena y asco, y había miles de sofás repartidos por las miles de dependencias que allí había. Al segundo intento, se quedó dentro y ya no regresó. Eran como las diez y cuarto de la mañana y regresé a casa con una sonrisa en los labios. Tengo algunos teléfonos. Trece horas de marcha, suficientes para poner las cosas en su sitio. Al final, mereció la pena.

Pdt. Ya sé que va a ser una propuesta controvertida, pero me gustaría que Los40 dejara de emitir canciones de Fito y Los fitipaldis. Me hacen daño.

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