jueves, 14 de junio de 2007

Mastodonte entre juncos


Entre sus múltiples virtudes, no se encontraba la de ser adivino. Aunque a veces utilizase los más extraños medios para saber qué sucedería en el futuro. Era un mastodonte. Algo gigante, que se llevaba por delante todo lo que se interponía en su camino, cual elefante en una cacharrería, pero más grande aún. Cuando quería algo, luchaba hasta el final por conseguirlo. Eso le traía algún problema, aunque en otras ocasiones también era un junco. Uno de aquellos que André Téchiné dibujó a la perfección en sus Juncos Salvajes. A veces era ese Fraçois, débil y frágil, agarrado a la vida viajando en moto por La Provenza. O como los de la canción: Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, Soy como el junco que se dobla, Pero siempre sigue en pie…

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