Los Sabandeños cantan Como pájaros en el aire. La canción me gusta. Mucho. Es suave y delicada como una caricia soñada. Los fuegos artificiales me dan miedo. Hay demasiados y están muy cerca. Son de colores y cubren todo el cielo. Mis pies tiemblan con cada estallido y mi corazón se agita porque el fuego roza mis pestañas. El Teide ya es Patrimonio de la Humanidad. Me hubiese gustado poder contarlo en primera persona.
A veces mis deseos no se cumplen. Por eso sueño con pájaros en el aire. Soy uno de ellos, uno que vuela cada día un poco más lejos. Ya no hay nadie que pueda evitarlo. Soy aire. Limpio y puro, cargado de luz.
No sé qué será de mí. Los peores presagios parecen confirmarse, aunque aún no lo han hecho del todo. En realidad, las malas noticias no eran tan malas. Esa historia ya estaba quemada y ahora me queda el futuro. Uno que yo, en teoría, podía adaptar a mi gusto. Podía maquillar para que fuese mejor. Espero y deseo saber hacerlo.
Y volvió a sonar Cómo pájaros en el aire, pero esta vez dentro de mi. El exterior me afectaba demasiado. Era violento y olía a alcohol rancio. Lo sentía cerca de mi cuello y me alejé irremediablemente de él. Quise llorar. Después, al final, mi desazón se convirtió en algo bonito. Tal vez, mañana vuelva a tener noticias de mi caballero errante, ideé. Y con este pensamiento una sonrisa, que me ayudó a dormir, se dibujó en mi cara.
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