En el aire quieto. Pesado. Plomizo. De verano. Sin nada que hacer o a lo que aspirar, cual décimo sin premio. No busco, no deseo, pero quiero. En silencio. Sin derechos. También leo. Una y otra vez. Sin parar. Es lo único que me da alivio y me ayuda a bien morir. He conseguido saberme de memoria, como si fuese mi único catecismo esos 37 mensajes de texto que se almacenan en mi destartalado teléfono móvil. Cortos, suaves y dirigidos sólo a mí. Podrán decir misa, pero mientras tenga batería seguiré leyéndolos porque ahora eso es lo poco que me queda de ti, que guardas silencio hundiendo la cabeza en el olvido como un simple avestruz.
Pdt. Para algunos la vida es galopar un camino empedrado de horas, minutos y segundos. Yo más humilde soy y sólo quiero que la ola que surge del último suspiro de un segundo, me transporte mecido hasta el siguiente. Un abrazo.
Pdt2. Gracias por este sms.
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