Tonto. Como un paraguas al sol sin nadie a quien cobijar o como un cinturón sin hebilla. Totalmente estúpido. De una forma infinita. Así me siento, dándome golpes una y otra vez con la misma pared.
Tu voz se queda en mis oídos y duerme en ellos, pero tú estás lejos. En ese planeta paralelo al mío, que desconozco y que ahora sé que nunca se va a cruzar en mi camino. Ni tú, ni yo estamos por la labor de construir ese puente de fresa que termine por comunicarnos de forma irremediable.
Hoy no tengo ganas de continuar. Quiero dormir y que esto pase para siempre. Que hayas sido un bonito sueño de verano y que tus huellas vayan poco a poco disipándose gracias al viento que viene y va del sur, cargado de arena del desierto. Cálido.
Las fuerzas me fallan y el desánimo ha invadido mis venas. Flaqueo, pues la fuerza de tus ojos se ha convertido en un lejano recuerdo. Igual que tu cuello o tu tobillo izquierdo. Mi sangre es clara, sin color y ya no sabe salada. Mi piel es lo único que todavía te desea. Tal vez deje de hacerlo pronto. Como un reloj que ha dejado de tener pilas o un río sin agua que llevar en volandas hasta el mar.
Sin nada que decir, ni pensar. Inventando tonterías y borrándolas de inmediato. Solo, aunque rodeado de gente. A trancas y barrancas. Renqueando. Buscando agua salada como un pez despistado de compras en el Sahara occidental.
El color de mi cielo se está conviriténdo en azul tokio, pero me resisto. Es a lo único. Tarde o temprano cederé y entonces mi caída será más dolorosa aún. Al fin sabré que no me quieres. Ese día llegará y volveré a estar dentro del fango. Sin poder respirar, atrapado en mi escafandra de colores. Temiendo que ésta sea la última ocasión en que lo intento.
Pues eso, feliz año nuevo.
1 comentario:
Tiene una cadencia preciosa tu texto, es realmente exquisito...
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