En la tarde de ayer nos volvimos a encontrar. Dicen que fue por casualidad... Apareció serio, como siempre. Después, como a veces también suelo hacer yo, dio un giro increíble para llegar hasta donde estaba sentado. Lo hizo, esquivando todas las sillas que nos separaban. “La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta”, bromeé porque pudo más en mí el hecho de verlo, que cualquier otra cosa y al mismo tiempo comprendí que va a ser tarea harto complicada dejar de sentir.
También caí en la cuenta de que cuando estoy con él todo desaparece y la satisfacción de su presencia permite que no me fije en su camisa rosa o en sus cicatrices, sólo en su voz.
Como había adelantado hace un par de días, ayer no se apagó ni se iluminó el mundo. Hace tres meses pensaba que el de ayer sería un día mágico en el que por fin estaríamos juntos, y al final lo estuvimos. Vale, hice todo lo que estuvo en mi mano para verlo, pero lo logré sin que se notara demasiado. No fue como me hubiera gustado, pero mereció la pena. Somos sólo amigos, dice y yo pienso: eso no se lo cree ni él.
2 comentarios:
Te felicito, amigo Ce, porque parece que al fin vas viendo una realidad que es muy difícil de vislumbrar en tu situación. No será sencillo encontrar la estabilidad emocional (ésa que supongo todos queremos y a la vez no queremos hallar), pero seguro que lo acabarás consiguiendo.
Nosotros estamos aquí por si te cuesta un poco más de lo esperado.
Un fuerte abrazo.
Fdo: Daimiel.
¿Dónde están las llaves, Daimiel?... Tienes razón todo es más complicado de lo que parece, pero por lo menos no estoy predicando en el desierto...
Pdt. El sector pijo de la Liga sigue vivo.
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